Según Rafael Nieto, psicólogo especialista en neuroeducación, terapeuta familiar, supervisor docente acreditado y psicoterapeuta acreditado por la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapia (FEAP), los profesores «no van a tener que ser psicólogos, pero sí que deben tener una formación» acerca de los nuevos conocimientos que aporta la neurociencia a la educación.
Explicó, durante su intervención en los Cursos de Verano de Universidad Pablo de Olavide (UPO), que los docentes no tienen necesidad de «transformarse en algo que no son», pero se está construyendo la necesidad de que conozcan cómo funciona la mente humana y, sobre todo, cómo funcionamos desde el punto de vista del sistema nervioso.
«El rol debe ser el de educador, pero al mismo tiempo debe tener también herramientas provenientes de la psicología y de la neurociencia, porque le va a ayudar en su trabajo, primero, para comprender lo que pasa y, después, para mejorar la calidad del contacto con el alumnado y la calidad también del aprendizaje».
La neuroeducación, también denominada neurodidáctica, puede definirse como una disciplina puente en la que convergen la neurociencia, la psicología, la ciencia cognitiva y la educación para mejorar los métodos de enseñanza en las escuelas e institutos. Su propósito es aplicar todo lo que se sabe acerca de cómo el cerebro aprende y qué cosas estimulan el desarrollo cerebral al ámbito escolar, pues busca una mayor calidad en el aprendizaje, pero también de la convivencia dentro del centro educativo.
Nieto aseguró que los avances en esta disciplina van por un lado a facilitar los procesos de aprendizaje, y por otro a «afrontar sus dificultades de un modo distinto», lo cual va a comprometer a «un cambio de estrategia». «Si tú le llamas la atención a un niño distraído con voz alta o de manera alterada, lógicamente se va a producir una reacción de alerta defensiva y de estrés en el alumno», apuntó el psicoterapeuta para analizar cómo la neurociencia cambiará la «forma de actuar y ayudará a ver que hay otros modelos que van en la línea de la serenidad, la calma y la buena gestión de los conflictos en las relaciones».
En su opinión, esta disciplina, además de revertir en una manera distinta de afrontar el acto educativo, resuelve «las dificultades que surjan en las aulas y descubre las causas que provocan que un alumno se atasque y cómo pueden influir el entorno, las relaciones del niño en el funcionamiento mental de un alumno».
Por último, admitió que esta disciplina aún no ha supuesto cambio en la legislación vigente sobre educación, pero «sí ha generado y está generando reacciones a nivel individual de docentes que buscan mejorar sus habilidades asistiendo a cursos y seminarios como el organizado por la UPO. Personas que tienen conciencia de los descubrimientos que aporta la neurociencia y que van aplicando conceptos, nociones y herramientas e incorporando a sus escuelas, pero todavía todo esto está muy a nivel individual», concluyó.
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